Ejemplos de personificaciones en géneros literarios

La personificación, también conocida como prosopopeya, es una figura literaria que se centra en otorgar rasgos, características, cualidades o acciones humanas (hablar, actuar, reaccionar o sentir) a quien carece de ellas con la finalidad de “dialogar” o “confrontar” dichos referentes. Se considera un recurso estilístico ficcional que se usa en diversos géneros literarios como el género lírico (poesía) o el género narrativo (leyenda, cuento de ficción, cuento maravilloso).

Es un tipo de metáfora ontológica que también se utiliza para hacer referencia a conceptos abstractos como la muerte, la amistad o el amor, incluso en ciertas ocasiones el objeto abstracto puede estar oculto hasta que se descubre el sentido del texto literario.

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La personificación es una figura literaria que se usa habitualmente en la literatura para niños

Ejemplos de personificaciones en el género lírico

De “El país del sol” de Rubén Darío:

  • “¿Cómo es que tú, hermana armoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical?”.

De “Ajedrez” de Jorge Luis Borges:

  • “Cuando los jugadores se hayan ido,
    cuando el tiempo los haya consumido,
    ciertamente no habrá cesado el rito”.

De “Conjuros” de Chantal Maillard:

  • “He perdido las armas.
    He tirado el escudo.
    De entre todas las verdades elijo
    una sola: la caricia del sol
    en el tronco de mi alma
    calcinada”.

De “Oratorio de San Bernardino” de Alfonsa de la Torre:

  • “¡Qué cansadas las olas de ser olas!,
    de ser olas inquietas,
    de ser olas serenas,
    de soñar siempre solas,
    qué cansadas las olas de ser olas!”

Ejemplos de personificaciones en el género narrativo

De Rafael Sánchez Ferlosio:

  • “La ciudad era rosa y sonreía dulcemente. Todas las casas tenían vueltos sus ojos al crepúsculo. Sus caras eran crudas, sin pinturas ni afeites. Pestañeaban los aleros. Apoyaban sus barbillas las unas en los hombros de las otras, escalonándose como una estantería. Alguna cerraba sus ojos para dormir y se quedaba con la luz en el rostro y una sonrisa a flor de labios”.

De Félix María Samaniego:

  • “Una tortuga, que vio el vuelo de un águila, sintió también deseos de volar. se fue a visitar al águila y le pidió que le enseñara al precio que quisiere. El águila le dijo que era imposible, sin embargo, le insistió y apremió. Entonces, la cogió y levantándola por el aire la dejó caer sobre una roca. donde fue a estrellarse, se rompió y se murió”.

De Leopoldo Alas:

  • “Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana del coro, que retumbaba en lo alto de la esbelta torre en la Santa basílica”.

De Miguel Delibes:

  • “En un principio el conejo mostraba alguna desconfianza, pero tan pronto advirtió que los pequeños se aproximaban para llevarle alimentos se ponía de manos para recibir las hojas de berza y aun las comía delante de ellos. Ya no le temblaban los costados si los niños le cogían, y le gustaba agazaparse al sol, en un rincón, cuando Juan le sacaba de la cueva para airearse”.

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