La caricatura nació en Bolonia a finales del siglo XVI y se define como un retrato en el que, con intención crítica o humorística, extrema o desfigura la apariencia física de uno o varios individuos con el objetivo de estimular el sentido del humor y reflexionar sobre la autoimagen. La técnica que se usa es la de destacar los rasgos más marcados y exagerarlos o simplificarlos, siempre con un toque de humor.
Algunas de las características más destacadas son las siguientes:
- Se realiza únicamente con palabras o con imágenes.
- Se ve como una obra de arte.
- Usa un lenguaje metafórico y satírico.
- Destaca rasgos físicos y faciales o, actitud y modales.
A continuación, te mostramos distintos ejemplos de caricaturas, en este caso van a ser literarias.
Soneto a una nariz
Francisco de Quevedo y Villegas:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera
sabañón garrafal, morado y frito.
Fortunata y Jacinta
Benito Pérez Galdós:
Era una mujer más envejecida que vieja, y bien se conocía que nunca había sido hermosa. Debió de tener en otro tiempo buenas carnes, pero ya su cuerpo estaba lleno de pliegues y abolladuras como un zurrón vacío. No se sabía lo que era pecho, ni lo que era barriga. La cara era hocicuda y desagradable. Si algo expresaba era un genio muy malo y un carácter de vinagre.
La nochebuena
Mariano José de Larra:
Mi criado tiene de mesa lo cuadrado y estar en talla al alcance de la mano. Por tanto es un mueble cómodo; su color es el que indica la ausencia completa de aquello con que se piensa, es decir, que es bueno. Además, las manos se confundirían con los pies, sino fuera por los zapatos y porque anda casualmente sobre los últimos.
A imitación de la mayor parre de los hombres, tiene orejas que están a uno y otro lado de la cabeza como los floreros en una consola, de adorno, o como los balcones figurados, por donde no entra ni sale nada; también tiene dos ojos en la cara; él cree ver con ellos, ¡qué chasco se lleva!
El buscón
Francisco de Quevedo:
El era un clérigo cerbatana, largo solo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán) y los ojos avecinados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes. La nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aún no fueron de vicio porque cuestan dinero.